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Uno de los debates actuales de los feminismos, gira en torno a quién es el sujeto de emancipación en la que denominamos lucha por la igualdad de género. ¿Es únicamente la mujer?, ¿Son también las personas que se sienten atrapadas en el binarismo de género?, ¿podría ser, incluso, el hombre en la necesidad de emanciparse de sí mismo (del corsé de la masculinidad)? El género es, al fin y al cabo, la construcción social que recae sobre nuestros cuerpos (macho, hembra o intersex). Por lo que en vista del auge de las luchas por la diversidad sexual que aglutinan a poblaciones muy distintas entre sí (todas atravesadas por la variable género), cabe preguntarse: ¿Cuál es el género de esa lucha?
Para resolver este debate, veo necesario plantear dos preguntas fundamentales. ¿Es lo mismo la lucha por la igualdad de género que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres? Y ¿A qué nos referimos cuando hablamos de igualdad?
En primer lugar, la igualdad de género parece ser un concepto mucho más abarcador que el de igualdad entre hombres y mujeres, por lo que puede ser problemático utilizarlos de forma equivalente e intercambiable. Cuando hablamos de igualdad entre hombres y mujeres, el sujeto de emancipación (al menos tradicionalmente) queda claro. Sería la mujer. Aquí no habría lugar para las personas que no están sujetas a la relación binaria hombre-mujer. No obstante, cuando hablamos de igualdad de género, el sujeto de emancipación (o el sujeto oprimido) no está implícito en la enunciación, lo que abre la puerta a abarcar a muchas más personas, que sin ser estrictamente hombres y mujeres cis (personas que se identifican con el género que les ha sido asignado al nacer), también están envueltas en luchas que tienen que ver con el género.
En este sentido, veo conflictiva la postura de algunas corrientes feministas en el rechazo a que personas que no son mujeres puedan también estar oprimidas por el género. Y que ven conflictiva la inclusión de los movimientos LGTBIQ+ en el marco feminista, como si su presencia pudiera desdibujar o desviar la atención sobre el sujeto de emancipación “verdadero” u original. Es decir, la mujer. Lo veo conflictivo, porque en términos generales no existe un sujeto de emancipación universal o preexistente, que “reine” sobre los demás. Por ejemplo, Marx propuso al obrero como sujeto oprimido en una lectura de las dinámicas de la sociedad industrial, y aunque en la historia reciente el obrero ha sido elevado por muchos al estatus de sujeto de emancipación por excelencia (tal es así que mucha gente considera que al acabar con el capitalismo acaban todas las opresiones), no podemos olvidar que históricamente han existido y existen muchos otros sujetos de emancipación: el esclavo, el negro, el campesino, la mujer (todos los anteriores enunciados en masculino, en base al papel percibido de la mujer en el momento histórico). Y existen otros sujetos actuales como el/la/le gay/lesbiana/bi/queer…, e incluso, desde un punto de vista antiespecista, el animal (en relación a la explotación que sufre por parte del ser humano).
Debatir sobre si hay sujetos oprimidos que pueden considerarse más universales que otros [lo cual nos lleva a establecer jerarquías y discriminaciones (¿Quién está más oprimido?,¿El/la gay/lesbiana, la mujer, el/la negro/a)], o si existe una opresión originaria, nos lleva inevitablemente a un callejón sin salida. Porque ninguno de estos sujetos de emancipación es falso o más importante que otro. Recordemos que las opresiones son cumulativas (un hombre migrante, negro, y pobre, puede estar más discriminado en el contexto español que una mujer blanca de clase media, por poner un ejemplo).
Por lo tanto, si consideramos que el objetivo último de los feminismos es alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres (en el sentido de acabar con la discriminación de la mujer), parece menos problemático plantear la lucha así que en términos de lucha por la igualdad de género. No obstante, podemos aportar otros matices a la solución del dilema del sujeto de emancipación de los feminismos, si también reflexionamos en aquello que queremos decir cuando hablamos de igualdad.
Otra de las problemáticas del feminismo es el concepto de igualdad. Cómo ya mencioné en el artículo sobre el feminismo comercial, las corrientes feministas más liberales plantean la igualdad entre hombres y mujeres como un problema de equivalencia. Es decir, plantea que la mujer tiene que ser como el hombre. Me atrevería a leer su discurso, incluso, como la reivindicación del derecho de la mujer a cometer los mismos vicios que los hombres. Por ejemplo, a usar la sexualidad como fuente de poder, a competir vorazmente en un mercado de trabajo cada vez más precarizado, etc. Esto lleva, diría yo, a muy poco o ningún cambio en la relación de poder entre hombres y mujeres, porque en última instancia la mujer es la que tiene que cambiar, mientras el hombre solo tiene que actuar como ha hecho siempre.
Una aproximación diferente al concepto de igualdad sería como equidad, es decir, plantear que los hombres y mujeres, a pesar de ser diferentes, debemos estar en igualdad de condiciones. No solo a nivel de derechos, sino tener la misma capacidad de ser escuchados, que nuestro trabajo se valore de igual manera, y que tengamos cotas de poder similares. Lo cual lleva a establecer políticas de paridad (asegurar igual participación de hombres y mujeres en la vida político-social y económica) y de protección hacia la mujer (para prevenir/combatir las violencias machistas).
Por último, la tercera opción. A la vista de las perspectivas (construccionistas) que han aportado los movimientos LGTBIQ+ al/los feminismo/s, podemos decir que la desigualdad entre géneros tiene su génesis en el género como tal. La existencia de categorías diferenciadas de identidad (en este caso hombre-mujer), que se inscriben en los cuerpos por mandato cultural (por ejemplo, tu familia decide, antes de nacer incluso, qué género tienes según si tus genitales corresponden con una vagina o un pene). Y esa categoría identitaria (hombre-mujer) define cómo todas las personas de tu entorno inmediato (y la sociedad) te tratan. Por tanto, la igualdad se alcanza eliminando las condiciones que posibilitan la desigualdad. En este caso, el género. La igualdad pasa por la abolición del género (en el mejor de los supuestos), o reduciendo al mínimo el impacto que tiene esta categoría sobre nuestro comportamiento y cómo nos ven los demás.
Estas tres nociones de la igualdad son fundamentales de cara al debate sobre los sujetos de emancipación, ya que, la igualdad como equivalencia y la igualdad como equidad (al menos en parte), solo pueden aceptar a la mujer como sujeto oprimido universal en la lucha por la igualdad de género. Pero, si aceptamos la idea de igualdad como abolición del género, podemos plantear nuevos sujetos. Las personas homosexuales, bisexuales, trans, queer, asexuales. Todas presentan rasgos de identidad y orientación sexuales que desafían la norma de lo que se espera para un hombre y una mujer, e incluso para el binarismo en sí. Y es la única noción que plantea, al menos actualmente, una propuesta positiva de cambio para los hombres. Plantea al hombre como un sujeto que debe emanciparse de sí mismo. Del corsé autoimpuesto que es la masculinidad y que reduce su propia esperanza y calidad de vida.
Todas estas aproximaciones al concepto de igualdad y propuestas de sujetos de emancipación no son absolutamente incompatibles entre sí. Salvo en el caso del Post-feminismo (feminismo comercial/chic/liberal), parece perfectamente posible introducir políticas de paridad y protección de la mujer (cuya amplia mayoría son mujeres cis), al tiempo que tratamos de abolir el género o reducir el impacto de este sobre la vida de las personas; también los hombres. Así que, finalmente, ¿Quién es el sujeto de emancipación de los feminismos?
Según lo expuesto, para mí, como hombre cis y socializado conforme a la norma, creo que todas las personas afectadas por la problemática del género somos válidas para ser sujetos de emancipación amparados por el feminismo. Siempre y cuando, tengamos claras cuales son las relaciones de poder y privilegio existentes entre los diferentes géneros. Y sepamos que el Patriarcado, como sistema de dominación hacia la mujer, no es una invención de la “ideología de género”, sino una realidad.
Raúl Ciro Matas Reyes
Artículo de opinión.
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